HIMNO DE LA REPÚBLICA ESPAÑOLA

domingo, 20 de mayo de 2012

CONTRIBUYO A DIFUNDIR ESTA CARTA



Carta al individuo llamado Antonio Beteta


Con sorpresa, estupor y fuera de mi jornada laboral leo sus declaraciones
acerca de los funcionarios y, como le veo muy crecido, he decidido
responderle del mismo modo y comienzo diciéndole que es usted un mal
nacido, y ahora me explico.


Mi nombre es Agustín González, soy funcionario de carrera desde hace 32
años y presto mis servicios en el Ayuntamiento de Arganda del Rey. Al día
de hoy mi salario neto está en torno a 1.150 Euros
mensuales, gracias a que cobro 10 trienios a 13,47 Euros brutos cada uno,
es decir, que si quitamos los 134,70 de antigüedad me queda un sueldo
pelado de 1.000 Euros.


Desempeño las funciones que me han sido encomendadas en función
de mi categoría (Antes Grupo E, ahora AP) con la mayor diligencia que mi
corto conocimiento me da. Trabajo desde las 8,30 h. hasta las 17,30,
disponiendo de una hora para comer. También tengo establecido un tiempo
para el desayuno dentro de mi jornada de trabajo, que aprovecho, aunque no
en su integridad para tomarme un cafelito y un bollo. ¿Sabe por qué?. Pues
porque es mi derecho. Eso sí, si alguien precisa de mis servicios durante
ese tiempo de desayuno, dejo aparcado el cafelito y atiendo el
requerimiento sin hacer un mal gesto, porque me considero un profesional
íntegro.


Yo no leo el periódico en mi puesto de trabajo, pero para su desconsuelo
le diré que silo leo cuando llego a casa, con ello aprendo a conocer a
individuos como Usted y me entero de lo que pasa por el mundo. Yo dedico
8 ó 10 minutos de los del desayuno a tomarme el cafelito, en lugar de la
media hora que me corresponde.


Yo no considero que esté de más en mi puesto de trabajo, ya que estoy yo
solo para un centro educativo de 24 aulas en el que tengo que encargarme
de la apertura y cierre de instalaciones, ejercer la discreta vigilancia,
atender y dirigir a las personas que pasan por el Centro, efectuar las
operaciones de mantenimiento simple y comunicar con diligencia aquellas
que no pueda reparar, controlar el buen funcionamiento de la calefacción,
trasladar mobiliario y mantener la limpieza de un recinto de entre 6.000 y
7.000 m2.


Yo no creo que gane mucho, y al salario arriba indicado le remito. Yo no
me creo que viva bien y si es así es porque en su momento me supe
administrar. Yo no soy feliz en mi trabajo, asisto a él por imperativo
legal y porque el salario a fin de mes es el que me hace feliz cuando me
lo gasto en lo que me da la gana.


Finalmente, y en mi modesta opinión, yo no creo que sobren funcionarios.
Ahora bien, si lo que Vd. entiende por funcionarios no son personas como
yo, sino individuos puestos a dedo como Vd., o como sus amiguitos del alma
a los que instalan cómodamente en un despacho en el que no se sabe a que
se dedican, con unos sueldos 4 veces superiores al mío, con dietas y
teléfono pagado por la empresa (yo cuando tengo que establecer una
comunicación urgente lo hago con mi teléfono privado y si me tengo que
desplazar lo hago con mi coche sin cobrar nada a cambio), porque sus
salarios también van incluidos en la nómina del funcionariado y son los
que elevan las cifras y pertenecen por tanto al presupuesto (que no al
cuerpo de funcionarios), una pléyade de políticos inútiles como Vd., de
enchufados y parientes puestos a dedo por Vd. y gentuza como Vd., de
militantes del partido colocados en las empresas públicas sin pasar por
oposición ni por prueba de aptitud alguna, sino simplemente por el hecho
de ser amigos de Vd. y de personajillos como Vd. Entonces claro que estoy
de acuerdo en que sobran funcionarios, empezando por Vd. y su maestra de
ceremonias, la Sra. Aguirre, que fue la escuela en la que aprendió Vd. a
ensuciar la imagen de los honrados funcionarios a los que año tras año nos
vienen vilipendiando y reduciendo o congelando el salario hasta habernos
hecho casi imposible sobrevivir.


Sobran eurodiputados, sobran Ministerios sin funciones, sobran
secretarios, subsecretarios, sobran Consejerías, sobra el Senado entero y
una buena parte del Congreso. Sobran las Diputaciones, sobran concejales
con dedicación exclusiva y con las mismas prerrogativas y sueldos que si
fuesen ministros. Sobran Coordinadores, Asesores y Amiguitos del alma.
Sobran ladrones que dilapidan el dinero de los administrados o simplemente
se lo llevan a su cuenta de Belice, Suiza o Las Caimán. Sobran Gurtels,
Emersas, Brugales, ERE's. Sobra su condescendencia con los ladrones que
evaden impuestos concediéndoles amnistias fiscales. Sobra su permisividad
con los Aliertas, Botines, González, etc. a la hora de facilitarles las
jubilaciones anticipadas a cuenta del contribuyente, o a la hora de
regalarles nuestro dinero por su mala gestión. Sobran enchufados sin
capacidad para desempeñar labores que al final tenemos que realizar los
"FUNCIONARIOS DE VERDAD". Sobran dietas, sobran coches oficiales, sobran
los guardaespaldas para empleados de Telefónica, sobran los sueldos
vitalicios de los expresidentes y los de los exministros.


Y también sobran los cuadros de los Presidentes del Congreso, sobran las
subvenciones a las fiestas taurinas, a las fallas y a la Iglesia. Sobra
gentuza como Vds., que lo único que son es una lacra para este país
llamado España.


Por el contrario no solo creo que no sobran, sino que faltan Médicos,
Profesores, Inspectores de Hacienda y de Trabajo, buenos administrativos
para agilizar la atención a los ciudadanos, barrenderos, jardineros y
falta un mínimo de vergüenza en individuos como Vd.


Por todo ello, no puedo ni voy a permitir que un mequetrefe impresentable
como usted ponga en duda mi honradez profesional demostrada a lo largo de
32 años con gobiernos del Partido Comunista, Izquierda Unida, Partido
Popular y Partido Socialista, cuando la de ustedes está en entredicho en
tanto que lo resuelvan los tribunales correspondientes.


EL SR. BETETA HA DICHO ANTE LA PRENSA QUE "LOS FUNCIONARIOS SE HAN DE
MENTALIZAR QUE SE LES ACABÓ EL CAFELITO Y EL PERIÓDICO" EN RELACIÓN CON LA
PROLONGACIÓN DE JORNADA.


ESTE ES SU CURRICULUM:


D. ANTONIO GERMÁN BETETA BARREDA


Nacido en Madrid el 28 de mayo de 1955. Abogado y Asesor de Empresas.
Casado, con un hijo.
Estudios: Licenciado en Derecho por la Universidad de Deusto.
Experiencia profesional:


1.  Diputado en la Asamblea de Madrid desde 1983 a 2000;
2.  Desde el 2003 hasta la actualidad. Portavoz del Grupo Parlamentario
Popular en la Asamblea de Madrid (2003 a junio de        2008).
3.  Senador por la Comunidad de Madrid (2003 a junio de 2008).
4.  Consejero de Hacienda de la Comunidad de Madrid (1995 a 2000).
5.  Secretario General de Política Fiscal Territorial y Comunitaria del
Ministerio de Hacienda (2000-2003).
6.  Consejero de Economía y Hacienda de la Comunidad de Madrid (2008-2011).
7.  Desde 2011 Consejero de Transportes e Infraestructuras de la Comunidad
de Madrid
8.  Actualmente Secretario de Estado de Administraciones Públicas, con el
Gobierno de Mariano Rajoy
9.  Lleva cobrando del Estado toda su vida.
10. Vida profesional privada: cero.
11. Oposiciones al Estado: cero.

viernes, 18 de mayo de 2012

PALABRAS DE ÁNGEL GARCÍA GALIANO EN LA PRESENTACIÓN DE "EL FUEGO EN LA PALABRA"


 EL FUEGO EN LA PALABRA
  
Dice Gerardo Diego en una de sus así llamadas creencias poéticas: “La Poesía hace el relámpago, y el poeta se queda con el trueno atónito en las manos, su sonoro poema deslumbrado”.

Pocas veces una cita ajena casa mejor con la intención final de este libro admirable.

Pero retrocedamos milenios en el tiempo para ver lo que dice el Prasna Upanisad, con la sabiduría honda y ancestral que le caracteriza: “La vida es el fuego que arde y el sol que da luz. La vida es el viento, la lluvia, el trueno y el cielo. La vida es materia y tierra, lo que es y lo que no es, y lo que más allá está en la eternidad.

En la vida se asientan todas las cosas, cual los radios en el centro de la rueda.” La vida es conjunción armónica de aire, agua, tierra, fuego y aliento. Y el poeta, como un nuevo risi, como un viejo sabio consciente del alcance e importancia de su discurso poético, parece concluir y enmendar con humildad rotunda el antiguo oráculo proclamando que en la vida humana, además del universo en trance de criatura, se asienta, sobre todo, la palabra en busca de su fuego. El fuego o llama que consume y no da pena, porque es de amor viva y enciende con su luz y su voz las oscuras cavernas del sentido, que estaba oscuro y ciego.

Pues bien, gracias a la conjunción de la amistad y de la poesía, valga la redundancia, he aprendido con Antonio Capilla de su amor al Sur, a ese viento mirífico, o sea admirable, que se cuela por los intersticios del alma y enciende la pasión dulcemente a la par que colorea los recuerdos de la infancia en el pueblo de Sevilla y la torna serenamente paradisíaca, como todo aquello que reposa en la memoria de un niño.

Antonio es un creyente, un sumiso a la fe en la palabra poética que, al decirse, se transforma en luz, o sea, en amor y fuego. Como si la pira que incendia la hoguera de su anhelo solo pudiera consumirse en rebufos de versos. De versos serenos, pero firmes, amables pero seguros de su poder, a un tiempo pacíficos como la lluvia mansa sobre la besana y contundentes como el fulgor de un rayo en la tormenta.

El fuego, el viento, la tierra y la mar: volved al mar que es vuestro, nos dice el poeta, abrid las alas al viento, tomad lo que ya es vuestro.

¿Es la palabra la quintaesencia de los cuatro elementos?, ¿es la delicada destilación de su atanor alquímico? Creo haber leído bien estos intensos poemas, si ahora digo que la tierra es la infancia, el paraíso de la memoria enamorada, el agua es el anhelo infinito de libertad y de justicia, el viento es el coraje cívico, la voz que nadie apaga, el espíritu, el ánemos, el vuelo del pájaro-alma y que el fuego es el amor, el amor a la pareja, a los hijos, a los amigos, a los alumnos, a los compañeros, a aquellos con quien Antonio comparte el pan y la palabra, el pan de la poesía y del sueño y de la imaginación y la palabra que no se resigna a ver el mundo indiferente, sino que, aupado por el ejemplo paterno, se atreve a proclamar: “yo soy la voz que clama entre los muertos”.

Porque hoy como entonces, el poeta es más profeta que nunca y echa fuego por sus versos, versos indignados y a la vez serenos que querrían, que quieren, al proclamarlos, que ese mismo fuego funda el becerro de oro de la codicia y la ignorancia y la maldad y resurjan, cinceladas en piedra, las palabras de la nueva ley: la libertad. Por eso, como un profeta bíblico, el poeta se abraza con sus versos a la gente sencilla y les pide que despierten y se alcen y que dejen que los muertos entierren a sus muertos.

Nunca antes tanto coraje, tanto arrojo, tanto fuego en los versos de Antonio Capilla. El alquimista de la palabra ha encendido los poemas con el fulgor de la llamarada capaz, sí, capaz, de resucitar a los muertos:

“Yo creo que en mi vida no están muertos
Los muertos que en mis sueños siguen vivos
Hablándonos de lo que se ha perdido…
Y escucho así sus voces en el tiempo”

Pero de pronto el tiempo se detiene, fluye el amor, cuánto amor, y en la retorta del mago emerge la rosa roja, el símbolo de los símbolos, la imagen del sexo, de la mujer, del sol rojo, la Beatrice de Dante más allá del confín de las estrellas, la rosa de Paracelso, el pájaro, el simurgh de los sufíes según nos relata el persa Attar: los huesos y las venas de uno mismo transustanciado en vuelo: su canto de puro amor. Puro, que viene de “pur”, en griego “fuego”, en Antonio palabra, en sus lectores versos transidos de pétalos y espinas.

Cuenta el retórico Longino en su tratado Sobre lo sublime, que el ejemplo más excelso de tal arte se da entre el poeta de los hebreos (así define al compilador bíblico, “el poeta de los hebreos”) cuando proclama, en el Génesis de su Libro, que su Dios dijo: “Hágase la Luz… y la Luz se hizo”. Nada, desde el punto de vista de la poesía, tan admirable, tan sublime, como ese versículo, para el PseudoLongino, que con decirla, la luz se hiciera.

Pues bien, nuestro poeta, consciente de la fuerza trascendente de la palabra poética preñada de luz y fuego nos regala la rosa roja recién evocada, recién creada, en la página en blanco de su poema para que al decir, al entonar, como un sagrado mantra, la palabra AMOR, ese amor, como la Luz del Dios del Libro, reventase por los cuatro costados de la página, en cuyo haz y urdimbre reposa la imagen misma del Cosmos, del universo, por fin, en plenitud de su Harmonía.

También el poeta sabe, y escribe, que los que no se hagan como niños no gozarán de la bienaventuranza, el poeta niño, cuya mirada azul y buena nos contagia, nos enaltece, nos redime (y perdonadme que ahora y solo ahora este hablando de la persona, la que firma el libro), el poeta niño, decía, ha visto el pájaro azul del paraíso cuyos trinos fulgen como un arco iris de gorjeos. Ese pájaro-maná “alumbra mi voz, inspira mi alma y despierta en mi mente”. Los que estén poseídos por el becerro de la codicia, los que tengan el alma oxidada y acumulen hielo en su espíritu nada saben del pájaro azul, porque él solo se posa y se hace beso, con sus labios de plata, en todos los niños.

Gracias Antonio, por recordarnos que somos tierra, aire, agua, fuego y anhelo, es decir, palabra. Ojalá que esta vez, sí, que esta vez al decirse, AMOR, el amor se encarne en el día a día del amor doméstico, bebiendo el infinito del vino del amor hecho gacelas “en donde muerte y vida son eternos”.
  
Ángel García Galiano