Amable lector, tienes entre tus manos un pájaro frágil y tembloroso (siempre la poesía lo es), y, al mismo tiempo, un halcón de garra afilada y mirada perturbadora y segura (siempre la poesía la tiene), pues has decidido comenzar a leer Viento del sur, es decir, el corazón hecho palabras de su autor, Antonio Capilla, quien nos convoca en sus versos a emprender un viaje al centro del Alma, un viaje que comienza por la Tierra, hacia el Sur, atravesando Despeñaperros, cerca de Sierra Morena, como el bueno de don Quijote, caballero eterno de la triste figura enamorada, como Juan de Yepes, el místico, el enamorado, el pajarillo solitario, al otro lado de la sierra, más allá de las subidas cavernas de la piedra, donde su Amado le otorgará comprender, eternamente, el canto de la dulce Filomena, el soto y su donaire, la noche serena, la llama que consume y no da pena; el sur de don Antonio Machado y de Juan Ramón pero, sobre todo, el Sur de la Vida, el eterno y feérico paraíso de la Infancia: esa tonalidad de pájaro, de nube, que levita en los sueños y los informa con la ternura del pan de hogaza, del arrullo de la madre, de la serena melancolía del padre: un pueblo blanco, para una mirada de luz sobre aquella vida imposible que ahora se sustenta por el fervor de la palabra. Olor de jazmín, de rosas, de azahar y hierbabuena, sabores primordiales, olor a tabaco negro, el brillo de la cal en las fachadas, las cenefas de añil y el horizonte de olivos; o ese invierno cayendo chuzos de punta, los niños ateridos camino de la escuela. Piedras preciadas en el tesoro inefable de la memoria que ahora se enroca en verso apacible.
Y es un viaje al Agua, al agua de la mujer, al agua del amor, al mar de la pareja, al océano sin fondo de la pasión, al manantial sereno de la compañía, al venero, al fontal de donde mana la unidad: jugar a ser dios para construir un universo, un edén, a imagen y semejanza de tamaño mar, un huerto florido donde recoger guirnaldas, flores renacidas, primicias del hogar que un día fue edificado.
Un mar que es hálito de fuego, luz del tiempo, aliento compartido, nacido de la entraña del devenir que ahora es su hogar: el tiempo compartido, la casa del abrazo, la fuente que mana y corre aunque es de noche. Ese amor se convierte en el poeta en la voz a ti debida, en el sentido musical que acaricia los acordes con el aliento y el fuego y los trasforma en palabra estremecida, en donación de amante y de poeta para la musa y la enamorada.
Y es, en fin, un viaje al Viento, al Espíritu, al Verbo, al aire de su vuelo, al valor común, político, lenitivo de la palabra poética. Poder parar las aguas del olvido, como Orfeo, poder detener las balas, como aquellos conjuros misteriosos de nuestras abuelas que colgaban en el pecho de sus soldados, la palabra poética reivindicada, desde la mirada buena del poeta, como fármaco ideal (y material) del alma ignorante que se hace daño y daña a los demás perdida, descentrada: la palabra poética como mapa, brújula, destino, para regresar al hogar, para volver al Sur, al centro del hondón, al hontanar de donde surgen los miedos y los deseos, atravesándolos, comprendiéndolos, antes de que se enquisten; la palabra como símbolo, como reconciliación, ayuntamiento, del amor y de la razón común: agua, fuego y mar, y el corazón al viento. Su Patria es el Planeta, su decir es Utopía, su Camino el abrazo.
Los cuatro elementos, por fin, quintaesenciados en el logos espermatikós, en la palabra creadora, cuyo decir hace nacer un orbe habitable, un cielo y una tierra nuevos: conjuros y exorcismos para aventar el horror. Sortilegios y soflamas para atraer el viento de la paz y de la unidad. En el principio era la palabra, esa misma palabra, al final, reunifica los contrarios, disuelve dualidades; te prepara, querido lector, para un viaje a la Unidad.
No te lo pierdas.
Vale.
Ángel García Galiano
Es un texto precioso.
ResponderEliminarVa a ser que no, que no me lo voy a perder.
Un beso, Antonio.
Laura
Gracias, Laura. Sabes que todo lo que viene de una poeta de tu talla es el no va más para mí.
ResponderEliminarEspero estar a la altura de este prólogo, je, je.besos enormes
ResponderEliminarMe sobra con que estés a tu altura, y sé que lo vas a estar. Qué más se puede pedir. Gracias de corazón, Marisa.
ResponderEliminarEl prólogo es un mágnífico texto que abre la puerta a un maravilloso libro que prende y emociona desde el primer poema.
ResponderEliminarVIENTO DEL SUR es poesía esencial por su mensaje, su profundidad, su sinceridad, su valentía sin concesiones, su exquisita arquitectura poética.
Muchas gracias, poeta.